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Sunday, February 13, 2000


Charles Schulz crop 1993La noche del sábado 12 de Febrero del 2000, pocas horas antes de que la mayoría de periódicos de Estados Unidos y del mundo publiquen la tira cómica de despedida de Peanuts, su creador y dibujante Charles M. Schulz fallecía víctima de una complicación del cáncer al cólon que venía padeciendo. La noticia nos tomó por sorpresa. Creíamos que su retiro iba a ser de esos en el que el artista abandona su obra rutinaria, pero esporádicamente vuelve a participar en ella. Él había estado sufriendo la enfermedad y, mientras eso pasaba, seguía dibujando. Hasta que ella ya no lo dejó seguir con la rutina de dibujar una tira al día de Peanuts, la obra gráfica más famosa, querida y admirada del siglo XX.




Fue una despedida que no esperábamos; es decir, no pensábamos que se iba a morir tan pronto. Suponíamos que iba a dar entrevistas y a hacer un poco menos de actividad, pero no creíamos que iba a irse así. Ya en diciembre de 1999 nos habíamos enterado de que en febrero del 2000 iba a salir la última tira dominical y que en enero dejaría de publicar las tiras diarias. Bueno, el cáncer al cólon pudo más que el mundialmente famoso as de la aviación. Algunos enemigos son imposibles de vencer; por ende, lo mejor es ignorarlos. O hacer que nadie se dé cuenta, tal como él lo hizo.




Lo interesante de la obra de Schulz es que a simple vista parece una tira cómica para niños o para chiquillas adolecentes que identifican al sabueso blanco de las tarjetas de amor que suelen recibir y mandar, pero es más profunda e intensa de lo que aparenta. Aunque parezca mentira yo, a los 10 años, ya sabía que Peanuts era más que dibujos para niños. Habían ciertas frases y ciertas imágenes que me hacían, además de reir, reflexionar acerca de la vida. De mi vida. No es que me creyera Charlie Brown de chiquillo; para nada. Nadie quiere serlo. Me creía Snoopy.




El sabueso blanco de mancha negra en la espalda-aunque su raza de por sí aún está por determinar- siempre ha sido mi personaje de ficción favorito. Adoro su creatividad, su forma de ser, de adaptarse, y de hacer cosas increíbles sin importar lo que digan los demás. De hecho que es alguien que sigue a su corazón más que a su criterio. Recuerdo cuando era chico y vi en TV -en uno de esos memorables especiales de Charlie Brown- a Snoopy volar por primera vez su "Sopwith Camel" por los cielos de Francia en busca del Barón Rojo. Yo veía que estaba sentado sobre su caseta, pero creía, creía, que él estaba enfrascado en un dogfight con el as de la aviación alemana. Sufría con las balas que caían en la aeronave, y cómo se salvaba con las justas al caer -¿en paracaídas?- en la campiña francesa. Luego, era Joe Cool en la residencia estudiantil, luego era un cajero de supermercado, otra vez jugó hockey sobre hielo en la plaza Rockefeller. No creo que jamás me haya divertido tanto en mi vida.




Charlie Brown, Carlitos, puede ser un perdedor, y quizás esa imagen sea una mala influencia para los chicos que requieran de mucha autoestima. Claro que es un perdedor, pero, ¿alguna vez se ha rendido? Nunca. Siempre siguió con su equipo de béisbol, siempre siguió enamorado de la niña pelirroja, y siempre insistió en ser él mismo. Culto a la personalidad. Después de que la TV pasara aquel especial en el que Charlie Brown no recibe ninguna tarjeta de San Valentín, la oficina de Schulz se llenó de dichas tarjetas. La gente lo ha apoyado siempre, pero a la vez se ha reído de sus desgracias. ¿Es la gente cruel o sadomasoquista? No, simplemente se vé reflejada en el niño cabezón.




En una tira famosa, Snoopy debuta como autor de la novela corta más leída del mundo: Era una noche oscura y tormentosa. El sabueso se ha convertido en una parodia de los escritores que luchan con las grandes casas editoras en busca de un contrato. Pero en realidad es un reflejo de lo tortuoso que fue para Schulz conseguir que alguien se digne en publicarlo.




La caseta de Snoopy ha sido siempre una máquina hacedora de sueños. Puede ser un tren, un avión de pasajeros, un barco de carga, un bar de billas y, lo más importante, el hogar del perro. Snoopy no duerme dentro de la caseta por su claustrofobia.




Lucy Van Pelt es una chiquilla renegona y manipuladora, que no soporta la alegría de las demás personas si es que ella no lo está. Conozco personas extremadamente parecidas a ella. No aguanta bromas, y cree que tiene la respuesta exacta a todo porque como sufre, en algo debe tener razón. Claro que la renegona no siempre es así de amargada e insoportable. Todo ese sentimiento se desvanece como por arte de magia cuando se sienta al piano de Schroeder, de quien está perdidamente enamorada. Schulz nos dá a entender aquí algo muy interesante: muchas veces la amargura que se exterioriza es fingida porque deseamos obtener algo de los demás: atención, cariño, quizás respeto. Como Schroeder no le presta atención para nada a la pobre Lucy, ella tiene que mostrarse dulce y cariñosa, porque sabe que su lado amargo no lo aguanta nadie. Una lección que todos aprendemos a muy temprana edad: la del engreimiento. Es fácil mostrarnos enojados si es que nos prestan atención. Si no, ¿vale la pena destilar tanta bilis? Aquí la vemos tirando abajo los sueños de alter-ego de Snoopy: algo que a la gente amargada le fascina hacer, evitar que otros la pasen bien.


Linus Van Pelt es hermano de Lucy. Vive atormentado por ella y generalmente es blanco de sus amarguras y sus desquites más agresivos. En Italia, Peanuts es conocida como "Linus"; es decir, él es el protagonista principal. Él se ha robado literalmente el show, por así decirlo.


Peppermint Patty, o Patricia Reichardt, es junto con Lucy uno de los personajes más complejos de la tira, y según creo, el mayor orgullo de Schulz. Una chiquilla pelirroja, con pecas y una enorme nariz que es deportista y avezada. Vive creyendo que es fea y que no tiene chance para el amor; por lo tanto está enamorada de Charlie Brown. Su mejor amiga, Marcie, siempre la llama "jefe" (sir) y eso a la chica la enerva. Es muy buena deportista y siempre derrota al equipo de baseball de Charlie Brown, aunque ella, en el fondo, se sienta un poco derrotada por éste en materia romántica, ya que no lo puede alcanzar. Marcia también está secretamente enamorada de Charlie Brown, formando un triángulo amoroso de primer nivel. Los puntos más altos de esta relación generalmente ocurren cuando ambas buscan a Charlie Brown para preguntarle a cuál de las dos ama. Siempre tiene una respuesta ingeniosa y esquiva para ellas.

Charlie Brown, Snoopy y cía. ya son parte de la historia del mundo. Sabemos quiénes son, y nos sentimos tan identificados con sus aventuras que es imposible imaginar nuestra vida sin ellos (okey, al menos yo). Schulz, sin proponérselo quizás, ha dibujado durante 50 años una obra comparable en popularidad al Quijote y a la Biblia. Tomando en cuenta que en la época del Quijote no existían las rotativas y que la biblia no tiene dibujos tan divertidos, Peanuts como material pedagógico puede llegar mucho más allá que la propia religión cristiana. El Evangelio Según Peanuts (The Gospel According to Peanuts) es un librito que hace un análisis de las aventuras y desventuras de los personajes de la tira, comparándolos con las principales doctrinas de la religión católica. Muy recomendado, puesto que confirma lo que Peanuts es y será: la manera más divertida de reflexionar sobre los avatares personales de la vida moderna.




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