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Tuesday, August 19, 2014

(Kling Klang, 2009)



Me puedo arrepentir de muchas cosas que he hecho o he dicho en la vida. Pero he aprendido a no hacerlo, porque lo pasado es pasado y no se puede cambiar. Puedo pasar el resto de mi vida lamentándome de mi pasado, pero no lo voy a hacer. Pero eso sí, es imposible el no arrepentirme de no haber ido a ver a Kraftwerk cuando visitaron San Francisco el 2004 y no quise ir porque la entrada me pareció un poco cara. Si. Fui débil. Para ver a Kraftwerk uno tiene que sacrificarse y no lo hice (aunque felizmente los pude ver 10 años después en Oakland, pero sin Florian Schneider).






Cuando Kraftwerk toca, la gente va a verlos porque se tienen que disfrutar en vivo, a toda potencia, y uno se quita la idea de que la música electrónica es mediocre o repetitiva, aunque juegue a serlo. Kraftwerk nunca lanzó un sonido sintetizado que no tuviera un significado, una pauta o dirección, cual vector en álgebra lineal. Kraftwerk toca su música electrónica con la misma pasión y humanidad de un Bob Dylan o un Nick Drake, pero en su propio terreno, frío como un circuito electrónico o una mujer con síntomas de frigidez. En fin, música electrónica pura.






La relación del grupo con su base de admiradores es muy cercana en lo que respecta a su música y al mensaje de su obra; pero en todo lo demás, Kraftwerk es extremadamente reclusivo. Los dos miembros principales, Ralf Hütter y Florian Schneider, no saben ni contestar un teléfono y rara vez dan entrevistas o se dejan ver fuera de un escenario. Son la antítesis total de una estrella de rock hambrienta de fama, aunque en los setentas se podían dar el lujo de serlo. Por estos días cualquier exposición es válida, y quizás sea por eso que decidieron lanzar su primera "compilación" oficial.





En enero del 2009 la noticia cayó como una bomba atómica en nuestra autopista o vía ferroviaria de información: Florian Schneider anunciaba que no saldría de gira con Kraftwerk aquel año, lo cual fue traducido como que dejaba el grupo. Kraftwerk decidió continuar sin él, teniendo a Hütter como el único miembro restante de la formación original, y aprovechó para lanzar Der Katalog, la colección de sus ocho discos como cuarteto.






Kraftwerk quiso representar la antítesis del sonido rock estadounidense, y al lograrlo, patentó como suyo el género de la música electrónica por completo. Se influenciaron por los Beach Boys, a los cuales les rinden un tributo parafraseando su "Fun Fun Fun" en "Autobahn", pero sólo por su identidad geográfica. Mientras los Beach Boys le cantaban al surf, las playas, las chicas en bikini y los autos en el sur de California, Kraftwerk hizo sonar sus dispositivos para mimetizar a las autopistas y al estilo de vida de una Alemania Occidental en proceso de recuperación psicológica. La electrónica representaba un comportamiento frío y poco sentimental, pero a la vez receptivo y curioso del germano promedio; siempre pendiente y tomando nota de lo que ocurre en la sociedad de su país y las del resto del mundo. Después de tres discos como dúo, Kraftwerk, Kraftwerk 2 y Ralf Und Florian, las notas se empezaron a tomar, y formar, en 1974 con su cuarto disco y el primero del Katalog: Autobahn, donde en 22 minutos nos hacen pasear por las rápidas autopistas de Alemania, en donde no existe una velocidad máxima límite y el tráfico es ordenado y tranquilo. Depende del oyente el formar una opinión, en medio del pulsante ruido del motor y los autos que sobrepasan y vienen hacia nosotros, sobre si esta autopista es conveniente o no. Kraftwerk nunca forzará a su público a adoptar cualquier actitud ni los polarizará. Autobahn es un disco democrático.



La advertencia disfrazada de juego vino en Radio-Aktivität, un disco al parecer pesimista sobre los peligro de la carrera nuclear, los desechos radioactivos y las nubes tóxicas; pero al mismo tiempo maravillado con las ondas de radio que transmiten música (de ahí el juego de palabras del título). No es un disco fácil de escuchar si uno no está preparado para asimilar ruidos de contadores Geiger–, más se nota la dedicación e información del grupo en provocar un efecto ante el mensaje de horror, no sólo porque se anuncia la presencia de la radiación junto con las ondas electromagnéticas, sino porque Kraftwerk continúa imparcial: nos está provocando a pensar por nosotros mismos.



Así como en Estados Unidos la temática del blues iba relacionada a los trenes de carga, Kraftwerk le dedicó todo un LP al sistema ferroviario europeo en Trans-Europa Express, para muchos su mejor obra, en donde se exhibe una monotonía desesperante, pero a la vez simpática, relacionada a viajar por el viejo continente en tren. En TEE es donde a Kraftwerk se le empieza a tomar en serio y a la música electrónica pura como una corriente válida dentro del pop. El trance no existiría de no ser por ellos y quizás el género se llame así por… ¿Trans-Europa Express? Esa pregunta se la pueden hacer al DJ Afrika Bambaataa, quien sampleó el tema título de este disco y creó "Planet Rock" en 1986.






Die Mensch-Maschine, álbum conceptual sobre Nietsche y la robótica, les hacía continuar el éxito de crítica y público. El single “Neonlicht”/“Das Model”, extraído del disco, ofrecía melodías más asequibles para las pistas de baile. Tres años después, vendría la profética obra Computerwelt, de la que ya hemos hablado aquí pero en su versión inglesa. Media hora de baile tecno celebrando la informática y su  total dominio del mundo.






Hubiera parecido que Kraftwerk, con sus cambios de miembros constantes y problemas con sellos discográficos que no vienen al caso, ya estaba por cerrar el kiosko pero no, cinco años después de Computerwelt lanzaron Electric Café, que luego fue rebautizado como Techno Pop. Es el disco más comercial del grupo y con el que empezó un hiato de 17 años hasta que la banda lance un nuevo disco de material nuevo. Se atrevieron a "actualizar" su música con The Mix, un compilatorio de cómo la banda ejecuta sus temas en vivo. "Radio-Aktivität" se encontró acelerada y mencionando a Hiroshima y a Chernobyl, en una versión tanto más bailable como terrorífica.

Tour De France Soundtracks es la joya y la sorpresa de la caja. El último disco en estudio de la banda era esencialmente una extensión del single “Tour De France” que lanzaron en 1983, celebrando la famosa competencia ciclística.  No era la primera vez que una banda de rock le pagaba tributo a la carrera, Queen ya lo había hecho con "Bicycle Race" en su disco Jazz de 1978. Al rendirle tributo al centenario de una tradición deportiva francesa, la banda se encontró a sí misma en cincuenta minutos que representan las etapas de una carrera de bicicletas por los bellos parajes franceses: las esforzadas subidas a las montañas ("Vitamin"), las bajadas y sus aceleraciones ("Aéro-Dinamik") y una vez más la relación hombre-máquina ("Elektro Kardiogram") pero enfocada en la conversión de calorías en energía motriz a través del corazón. Creo que este es el momento más elegante de Kraftwerk y el cierre, hasta ahora, de una carrera discográfica más que influyente y brillante. De más está decir que este disco inspira a cualquiera a comprarse una bicicleta.








Der Katalog es la colección de Kraftwerk que todo fan esperaba: en vez de un “Greatest Hits”, los ocho discos clave, juntos en un impresionante paquete, que los convirtieron en leyendas; aunque creo que ellos nunca se han considerado "leyendas". Nosotros sí a ellos, y sin comillas.

Friday, August 15, 2014

Esto es lo que se vio hace 45 años en los campos de la granja de Max Yasgur en Bethel, New York:





Woodstock Music and Art Fair




La leyenda de Woodstock, festival realizado en dicha granja, se empezó a formar quizás antes de que el festival se lleve a cabo. Los rumores prometían una verdadera conjunción cósmica de arte, estilo de vida, sexo, drogas y rock and roll. También había política, porque claro, todo evento con más de 20 personas reunidas tiende a convertirse en político.



Iba a ser, es, fue el festival de música más importante en la historia del Rock y el punto culminante de la revolución contracultural que se inició con los Beatniks a fines de los cincuenta y continuó con el maravilloso sonido de Elvis y la invasión británica a cargo de los Beatles.
Fue el gran festival de música rock que literal y logísticamente fue un desastre, pero eso no importó para que pueda ser recordado y venerado a través de los siguientes 45 años. Definió a los sesentas y setentas. Los artistas que participaron se hicieron inmortales, y nada volvió a ser igual.



Lo asombroso y bello de Woodstock es que en algún momento la juventud, en su mayoría, estuvo de acuerdo en algo. ¿Por qué ya no? ¿Qué ha tenido que pasar para que no vuelvan a haber festivales de música en los cuales todos podamos confiar el uno del otro? Creo que nos hemos vuelto muy insensibles y fáciles de convencer. Nos vendemos por un plato de lentejas. Ahora no somos más que un perfil de Facebook cuya única prueba de vida es la publicación de fotos que a la mayoría no le interesa. No estamos juntos, no compartimos espacios en común. Definitivamente estamos muy lejos de ser un festival tipo Woodstock. 




El legado del festival de 1969 nunca fracasó en su mensaje: sigue vigente, pero nosotros lo hemos ignorado y pisoteado al ser egoístas y avaros durante todos estos años. Prueba de ello es, por ejemplo, el capitalismo brutal que conllevó a esta crisis mundial y al hecho de que hay compañías que lucran con la salud de las personas y no están dispuestas a ceder un ápice para lograr un seguro de salud universal.



El área del festival de Woodstock se declaró un área de desastre, pero lanzó aquel mensaje de paz y amor que fue muy claro: depende de nosotros. Un mes después, los Beatles cantaban "The Love You Take Is Equal To The Love You Made". El festival concluyó con la era hippy e inició la década más prolífica y creativa del rock: los setentas. Era una sensasión liberadora muy profunda, como quizás la sentida al momento del fin de la Segunda Guerra Mundial.


Ver la película Woodstock 25 años después de haberla visto por primera vez por televisión es aún más impresionante que aquella noche de sábado en 1987, frente a la caja boba con la señal abierta del canal 27 UHF. Considerando todo lo que significó el festival para el Rock, en lo positivo y negativo, sólo queda afirmar que fue un hito inmenso. Un hito que cambió mi vida y de seguro la tuya. Adoro el festival y los artistas que allí se presentaron. También adoro a la audiencia, y la película hace que el público se deje querer. 

 

Uno se puede percatar que los asistentes son tan o más interesantes que los artistas que tocaron en dicho festival. Menos mal que los productores de la película decidieron no darnos simplemente una película con canciones en vivo, sino todo el paquete: Mientras John B. Sebastian canta sobre los sueños frustrados de la generación anterior, una pareja de “hippies” quizás de menos de 17 años cuentan a la cámara cómo se fugaron de casa, viven en una comuna, y cómo entienden el amor libre. Ella lo ama a él, él a ella, pero tienen la libertad de juntarse con quien quieran. Apuesto a que ni él ni ella se atrevieron a ponerse los cuernos. Ambos sienten fascinación, miedo, curiosidad y sobre todo, al final, una gran alegría, o alivio, de que algo grande está pasando frente a ellos.

Eso grande incluía a gente como Johnny Winter:
 



Johnny Winter no apareció en la versión original del film Woodstock. Aquí su performance de "Mean Town Blues", que está en el DVD extra de la edición extendida de la película.





De nuevo, creo que fue el evento masivo, con resultados positivos, más trascendental del mundo en el siglo XX. Dudo que haya otro igual en donde todo salga mal pero igual las cosas continúen funcionando bien porque exista un objetivo más importante que cumplir. Recordemos que los organizadores originales de Woodstock hicieron dos versiones más, en 1994 y el 2004,  pero fueron horribles: una carísima, la otra más cara todavía, lo que provocó desmanes y hasta muertos. No, en Bethel, New York, en aquel Agosto de 1969, había un paraíso en una zona de desastre, parafraseando a Wavy Gravy. Las dos únicas muertes fueron accidentales: una sobredosis de heroína y un asistente atropellado por un tractor. La gente regresó contenta a sus casas, después de haber presenciado un desfile de estrellas hasta ahora inigualable, pero sin hacer caso a John B. Sebastian quien les dijo que por favor recojan su basura a la salida.





Justo ahora, cuatro décadas y media después, vemos que el festival tenía un mensaje mucho más profundo que Paz y Amor y Haz el Amor y no la Guerra. Los chicos que fueron al festival demostraron que estaban hechos de estrellas, y que no temían preguntarse cosas como ¿“vale la pena cruzar el Pacífico para matar gente que no nos ha hecho daño”? o “¿Qué clase de religión es aquella que, por un lado, te dice que no hay que matar pero cuando vas a matar con un uniforme y una bandera está bien?”


No en vano se ha vilipendiado a los hippies por tantos años... pero ese es otro tema porque hay hippies y “hippies”. Y yo personalmente he gozado a los dos grupos: un grupo tiene ideas claras, con las cuales puedes estar de acuerdo o no, pero viven en base a ellas. Algo casi imposible incluso en estos tiempos. Creen en el reciclaje, en políticas medioambientales, y sobre todo escuchan y participan en un intercambio de ideas. Trabajan y pagan impuestos, preguntándole al gobierno a dónde carajos va a parar cada dólar que le dan. El otro grupo sólo busca vivir gratis a costa de los demás, ya sea de sus impuestos o del sillón de la sala... Además, en caso de una situación que les convenga, son capaces de cambiar de ideas rapidísimo: si en 1969 pedían detener la polución de las petroleras, ahora preguntan si el calentamiento global no es un cuento inventado por los comunistas. Si en 1980 tocaban guitarra y cantaban protestando contra la elección de Ronald Reagan, el 2012 votaron por Mitt Romney porque así es la vida. En menos de cinco minutos nos podemos dar cuenta a qué grupo pertenece una persona de la nación Woodstock que acabamos de conocer.




Agosto de 1969 fue un momento clave, también: jamás habían habido tantos jóvenes en Estados Unidos. Cinco años antes, esa millonada adolescente vio a los Beatles en el programa de Ed Sullivan y sus radios transistorizados le dieron sentido, rumbo, a sus vidas. Eran los hijos de los que regresaron de la Segunda Guerra Mundial. Eran aquellos que no querían otra guerra de esas (aunque sus hijos y nietos posteriormente hayan muerto en Irak y Afganistán). Eran aquellos que perdieron la inocencia de un mundo nuevo y una nueva frontera cuando Kennedy murió abaleado y la guerra de Vietnam se desató producto de una mentira. Fueron aquellos que empezaron a preguntarse: "¿Dónde quedó aquel sueño de posguerra que nos prometieron en el 45?" Ellos fueron el caldo de cultivo perfecto para una revolución cultural, que pudo haber dado para más. La película muestra ambas caras de una moneda al aire: una generación vieja, aburrida, retrógrada y obsoleta que no comprende nada nuevo, y una juventud verdaderamente rebelde dispuesta a hacer saber al mundo que la guerra es muerte, y la música es vida.




Un mes antes el hombre había llegado a la luna, y en Woodstock 400,000 asistentes volaron -ayudados o no con sustancias alucinógenas- con música maravillosa como la de Santana, Janis Joplin, Jefferson Airplane, Ten Years After, Canned Heat, The Who. Un mar de gente se enfrentó a la intemperie y, aunque muchas veces se haya tildado a los hippies de ateos, éstos rezaron a un poder superior para que la lluvia escampe.




Por más que se le intente comparar eventos como Coachella, Burning Man o Lollapalooza, Woodstock fue una anomalía única e irrepetible: la película que se hizo sobre el festival lo demuestra con un encanto e inocencia sorprendentes. Jamás tuvo un escenario artistas de tan alta calidad y en un momento tan importante. Bob Dylan no estuvo, pero la locación del festival tuvo algo de homenaje al judío errante. Nixon sería re-elegido presidente poco después, y la nación Woodstock demostró que una elección limpia elige presidentes limpios para un país limpio (aunque el festival dejara basura como para pasársela recogiendo hasta ahora). No siempre habrán líderes limpios, es verdad, pero al menos el espíritu de deseo de un mundo justo no debe perderse. 


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