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Friday, January 15, 2010




Copia del comunicado de prensa de Telestereo FM. Jalado de la página Rock Around The Blog de Javier Lishner





Esta es una tragedia por la memoria de Diana García, por la memoria de programas como Banana Café, Pony Express... etcétera. A Telestereo 88.3 FM yo le tenía mucho cariño y la verdad que  su desaparición es más que indignante, pero yo como buen profeta que soy, ya la veía venir. ¿Cuál será la próxima?





Es increíble que ahora, en las corporaciones radiales, todos le tengan pánico al rock en inglés y una atracción irracional a la música tropical andina; cuando hace 25 años era lo contrario. ¿Tan mal está el rock y pop en el Perú como para cerrar radios así, de manera tan intempestiva? Los empresarios que traen bandas como Metallica, U2 o Paul McCartney van a tener que mentir a sus agentes, diciéndoles que en Perú hay demanda de su música. ¿Tendrán que mentirles descaradamente? No, porque la demanda es real: Metallica ya vendió todas sus entradas y el concierto de la próxima semana será un éxito rotundo. Pero si aquellos agentes de las superbandas de rock vieran como en menos de un mes dos radios pop han cambiado de formato, sudarían frío y asimilarían pérdidas.



Yo ya lo he dicho. Este negocio no es de hacer plata. Para eso está trabajar en un banco, o una cervecería (mi abuelo, que hace 10 años partió a conocer a Elvis, decía que en el Perú los únicos que hacen plata son los bancos y las cervecerías). Pero con esta tragedia de Telestereo quiero apuntar con mi dedo acusador a todos los que dejamos que esto pasara, los que no pusimos un granito de arena, los que dejamos, y seguimos dejando, que perreo mami perreo siga en las radios hasta el cansancio. Los que descargamos música ilegalmente, los que copiamos CD's, los que tenemos miedo a escuchar nuevas bandas, los de mentalidad cerrada. ¿Qué diferencia hay entre un DJ que no gusta de la cumbia y que le gusta el rock pero tiene que trabajar escuchando música que no le apasiona, un empresario que se rige de las tendencias de los rankings para eliminar radios y alienar audiencias, y un trabajador de McDonalds que sólo pone ketchup a las Big Mac de 9 a 5? Ninguna.



Recuerdo a Diana García que me contaba cómo se iba quedando sin auspiciadores, hasta que su programa se quedó con uno, un dealer de autos usados llamado Dai'Chi motors. Me pregunté, ¿la mejor voz del Perú tenía que pelear por auspiciadores? 




¿Diana se cambió de radio para poner salsa sensualona y ganar más dinero? No. Ella se mantuvo firme hasta sus últimos días. Su tumba ahora debe estar caliente y en las oficinas de la ex telestereo estará penando, lista para asustar a aquel primer "DJ" que se atreva a poner "por la plata baila el mono" en la 88.3 FM.



Adiós Telestereo



Sunday, January 10, 2010

Cinco películas sobre lo penoso y dehumanizante que era -o es- vivir en un régimen comunista

La Otra Cuba, Orlando Jiménez-Leal, 1985

The Unbearable Lightness Of Being (La Insoportable Levedad del Ser) Philip Kaufman, 1988

4 Luni, 3 Saptamâni si 2 Zile (Cuatro Meses, Tres Semanas, Dos Días) Cristian Mungiu, 2007

Das Leben Der Anderen (Las Vidas de los Otros) Florian Henckel von Donnersmarck, 2006

Goodbye Lenin (Adiós, Lenin) Wolfgang Becker, 2003



Hace varios años, cuando trabajaba en una tienda de artículos deportivos, una compañera de trabajo me preguntó qué cosa era "capitalismo" durante nuestra pausa de 30 minutos de almuerzo. Le dije que el "capitalismo" era lo que estaba en el aire, lo que ella y yo estábamos respirando en ese momento: un sistema brutal en el cual el éxito de una persona se mide en cuánto gana o consume. El capitalismo colapsó el 2008, al igual que el comunismo en 1989, y prefiero el primero, con todas sus fallas y aberraciones, al segundo, mil veces.





Se me hace difícil ser objetivo en lo que respecta al comunismo porque siempre lo aborrecí como forma de gobierno, no sólo influenciado por mi familia sino también por lo que veía ocurrir a mi alrededor y en otros países. Eso de que la libertad del individuo pase a un segundo plano para el bien del Estado o la igualdad de un pueblo me parece una aberración que sólo pudo haber salido como respuesta a modelos económicos terriblemente injustos, productos de la revolución industrial y de la inacabable lucha de clases. Como ya lo ha demostrado la historia varias veces cual rueda giratoria, la injusticia extrema se combate con otra opuesta.





Sin embargo, el comunismo como entorno es genial para hacer películas interesantes como las cinco que presento esta vez. Cuatro de las cuales están disponibles en DVD y a veces las transmiten por cable; así que no hay excusa de no verlas. Con La Otra Cuba, la historia es distinta y voy a empezar por ella:





Si uno cree que en la Internet uno puede encontrar una total e irrestricta libertad de expresión, pues se equivoca. Hace poco, mientras el presidente de los Estados Unidos Barack Obama les hablaba a los chinos sobre la importancia de las libertades individuales, el gobierno de Hu Jin Tao les bloqueaba el acceso a la TV y a la internet a los ciudadanos que querían escuchar el punto de vista del mandatario.  A mí me sucedió algo parecido también cuando subí a YouTube, por capítulos, el film de Orlando Jiménez-Leal, lanzado en 1985. Recibí varios mensajes privados de castristas amenazándome de cancelar mi cuenta de YouTube (que es lo peor que pueden hacer, la verdad, porque de estar yo en Cuba ya me hubieran agarrado a patadas por ser espía de la CIA) y al poco tiempo mi cuenta fue desactivada y YouTube no me dijo el por qué (nota mental: siempre guarda tus artículos y comentarios en un disco duro inaccesible por la red internet.) Después me enteré por ahí que en la Universidad de la Habana, en la facultad de Matemáticas y Computación, un grupo de estudiantes se dedica a buscar por Internet (medio que en toda Cuba está restringido) videos o textos que estén en contra del régimen e intentan eliminarlos con el cuento de la violación de derechos de autor. La Otra Cuba está descatalogada y no se puede conseguir en video, DVD o ningún otro formato. La única forma de verla es en YouTube.





Pero no me amilané. Creé otra cuenta y la volví a subir para que el mundo vea una película honesta, sin aspavientos ni alharacas de ningún bando o color, sobre el exilio cubano de mediados de los ochentas. Aquí no hay vivas a la revolución ni mucho menos la vehemencia de los cubanos exiliados en Miami que aborrecen todo lo que sea Fidel/ Raúl y se relamen cada noche viendo los noticiarios que muestran las últimas fotos de los lujos de la familia Castro. La Otra Cuba es el punto de vista de los intelectuales que extrañan la cultura y el arte de Cuba, el cual detuvo su evolución y se desvió del flujo natural de las cosas debido a la dictadura comunista. 51 años después del triunfo de Castro en la isla, y 25 años después de esta película, poco ha cambiado en Cuba. La película, más que un estatuto, es una pregunta: ¿Por qué se van los cubanos de la isla si ésta es un paraíso según el régimen? ¿Qué es lo que enfurece al polít-buró comunista? Prácticamente cualquier cosa. 








La Otra Cuba puede parecer anticuada ahora, ya que 25 años después,  la situación de la isla es distinta, existiendo como característica principal un "paraíso" de turismo sexual  para europeos y norteamericanos de todo bolsillo; gracias a hoteles de consorcios europeos que abundan por la Isla y una rampante prostitución que convierte a cualquier mujer cubana en una jinetera en potencia. Si uno busca en YouTube encontrará documentales más intensos y explícitos sobre la realidad de la isla más grande del Caribe. Ahora Cuba está peor que la Cuba descrita en el documental de Jiménez-Leal; por tanto no sé qué tanto problema pudieron haberse hecho los estudiantes de computación en la universidad de la Habana para censurar esta película y, de paso, mi cuenta de YouTube (si es que lo hicieron).



En 1988, en Europa del Este, el sistema ya estaba caducando, expirando, venciéndose y qué mejor que un director de cine norteamericano con muy buen ojo para los detalles humanos como Philip Kaufman para llevar al cine la novela de Milan Kundera, La Insoportable Levedad Del Ser, sobre la dehumanización del comunismo -o para tal caso cualquier régimen totalitario- comparada con la insensibilidad de un hombre poliamoroso y mujeriego en la Checoslovaquia rojita de los sesentas. Dicho personaje, Tomas, interpretado por Daniel Day Lewis, no puede con su bragueta y se la pasa de cama en cama con toda mujer que se cruce en su camino. Recién casado con una chica medio retrasadita, Tereza (Juliette Binoche), Tomas ve como el paraíso socialista, fraternario e igualitario que era la Checoslovaquia de 1968 se vuelve un infierno cuando los rusos invaden Praga y aplican la tradicional represión. Su principal amante, una artista plástica llamada Sabine (Lena Olin) se cansa de los abusos de los rojitos y se va a Suiza a seguir con su vida alegre, ya que el destino de un exiliado, supuestamente, es rodar sin rumbo fijo. Tomas y su esposa, la cual se ha vuelto una reportera gráfica capaz de poner en vitrina las barrabasadas que los rusos están haciendo a diestra y siniestra, ven que también tienen que escapar de Praga porque la situación es insostenible y, además, porque en Suiza Tomas podrá seguir con su carrera de doctor, esta vez lucrativa, y sus demás andanzas. De las cinco películas mencionadas en este documento, ésta es la menos lograda -a pesar de ser la más larga y basada en un gran libro-, pero no quiere decir que sea mala o que sea difícil de disfrutar. Al contrario: además de las escenas de sexo que bordan lo poético, la secuencia de la invasión de los tanques en la que todo se vuelve en blanco y negro es de antología. Y la escena en el club nocturno en la que la banda interpreta el rock de la "Internacional Socialista", haciendo enfurecer a los rusos invasores, es simplemente maravillosa y nos muestra que los comunistas, con aquellos cerebros lavados de arriba a abajo, no pueden con su genio. La escena final, la cual no voy a describir para no arruinarles la fiesta, es simplemente sobrecogedora. No creo que Kundera ni Kaufman hayan tratado de atacar el sistema, sino más bien criticaron y encararon el vacío emocional racionado a los ciudadanos por parte de un estado completamente indiferente hacia el individuo.





Cuatro Meses, Tres Semanas, Dos Días es la mejor película de las cinco aquí mencionadas. Si usé el adjetivo "sobrecogedor" para una escena en el párrafo anterior, este adjetivo queda corto para el horror que era vivir en la Rumania de Nicolae Ceauşescu a mediados de los ochentas. Una estudiante de una universidad pública, Otilia (Anamaría Marinca), necesita encontrar con suma urgencia a un doctor para que le practique un aborto a su compañera de cuarto Gabita (Laura Vasiliu). El aborto en Rumania, además de ilegal, estaba penado por la cárcel ya que el gobierno "forzaba" a la población a tener hijos a toda costa. Otilia se mueve rápido para ayudar a su amiga en apuros y, oh, encuentra a un doctor (Vlad Ivanov), que resulta ser la encarnación de la palabra corrupción. Esta película es la única de las cinco en la que hay una auténtica muestra de la vida normal bajo un régimen comunista, mostrada en una tensa escena durante una cena familiar: el novio de Otilia quiere que ella esté presente en la bendita cena, pero ella solo piensa en el estado de su amiga, a la cual dejó sola en la habitación de un hotel después de la visita del dichoso doctor. Los demás comensales hablan y hablan de sus vidas diarias, mientras la pobre Otilia, y nosotros, no sabemos qué rayos está pasando al otro lado de la ciudad. El director Cristian Mungiu resultó ser un brillante cineasta y narrador con mucho, mucho talento para hacer lo que pocos directores se atreven a hacer estos días: mantener la cámara fija y dejar que la historia fluya ante nuestros ojos y oídos. Esta película no solo es una de las películas más intensas sobre la desolación y desesperación de vivir en la miseria moral, bajo un Estado -o en muchos casos, ente corporativo- controlador.





En Las Vidas De Los Otros el tema es menos escabroso pero eso no quiere decir que sea menos tenso: En Alemania Oriental, un espía de la policía estatal Stasi (Ulrich Mühe) es asignado por su supervisor a espiar a un escritor de obras de teatro que es fiel al sistema (Sebastián Koch), pero su novia, una bella actriz de teatro (Martina Gedeck) es simplemente irresistible para un ministro del gobierno comunista. Al espía le han dicho que el escritor puede estar involucrado en actividades subversivas (como pensar) y, mientras él vigila de cerca las actividades de la pareja, se va dando cuenta que le están pagando para simplemente espiar a una actriz y reportar detalles de su vida íntima, no para investigar una posible sedición del escritor. En verdad, el espía es un lacayo (palabra que le gusta mucho decir a Fidel) de un gobierno corrupto que bien pudo haber sido de derecha o izquierda; pero honestamente, el totalitarismo promueve la deshonestidad al hacerla pasar por asuntos normales o trámites burocráticos. La película es claustrofóbica pero no podemos dejar de interesarnos y llegar a querer al trío principal de protagonistas, el cual desarrolla una especie triángulo amoroso platónico entre las sombras y micrófonos: un cariño del espía por la vida de pareja del escritor y su novia, y una muestra de agradecimiento posterior, hacia el final de la cinta.





El comunismo se acaba en Alemania y en Rumania hacia 1989 con la caída del Muro de Berlín, evento que también es la fuerza motriz para la historia de Adios, Lenin. Si pensaros alguna vez que los alemanes eran fríos o tienden a caminar con paso de ganso, ésta película les hará cambiar de opinión. Es muy fácil identificarse con el protagonista principal, un adolescente que hace lo imposible por hacerle creer a su madre (Katrin Saß) que todo en su adorada Alemania Democrática continúa igual que siempre, después de que ésta estuvo en coma por 8 meses, después de un ataque al corazón, perdiéndose el fin del comunismo y la caída del Muro. No lo hace porque quiere o porque es un mentiroso compulsivo: si su madre se entera que el socialismo es kaput, su corazón puede fallarle de nuevo y morir instantáneamente. La fórmula crea una historia bella e inolvidable: la actuación del catalán Daniel Brühl como el hijo preocupado en fabricar una "Alemania del Este paralela" para su madre pertenece al olimpo de los personajes adolescentes de la historia del cine. Mientras su madre estuvo en coma, ella no sólo se perdió la desaparición del muro sino también la virginidad de su hijo: ahora él tiene una novia, una enfermera rusa (Chulpan Khamatova) la cual ha estado atendiendo a la señora en el hospital y no está muy de acuerdo con los planes de su novio, el fabricante de mentiras. La madre también se perdió a su hija dejando la universidad y consiguiendo un trabajo en Burger King, además de un novio del lado Oeste. Y es que todo pasó tan rápido y de manera tan radical que hasta los hijos tenían problemas para adaptarse. La madre muestra en su rostro una fuerza intensa al defender un sistema que es una verdadera mentira, igual que la que su hijo le está fabricando para salvar su vida. En medio de esa fuerza, los ojos de la madre se vuelven inocentes y crédulos ante lo que le cuenta su hijo; pero al mismo tiempo no sabemos si ella se está creyendo la historia o no: la escena en la cual ella ve cómo en el edificio frente a su departamento se coloca una pancarta gigantesca de Coca-Cola y la historia que su hijo inventa para justificarla es tan graciosa como conmovedora, al igual que aquella en la que ella ve cómo la estatua de su amado Lenin es llevada en helicóptero por las calles de una Berlín nueva y unificada. El hijo recurre a todos los medios a su alcance: desde conseguir pickles comunistas que ya no se producen hasta preparar falsos noticieros de TV para que su madre vea con la ayuda de un compañero de trabajo (otro gran actor, Florian Lukas).



Adios, Lenin, al igual que las otras cuatro películas, es imprescindible para comprender y abarcar lo que significa vivir bajo un régimen: político, sentimental, familiar, en el cual no se presta atención a la necesidad básica del ser humano: la de expresarse sin temor a represalias. A vivir libre y en sinceridad. El comunismo ha demostrado en menos de 100 años de existencia que no puede coexistir con la libertad. Volviendo a mi amiga la cual no sabía lo que era capitalismo: ella debería agradecer no saber lo que es vivir el comunismo en carne propia. Con estas cinco películas le bastará.

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