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Monday, October 19, 2009




Blood Sugar Sex Magik (Warner Brothers, 1991)



El productor Rick Rubin puede corroborar que hacer un álbum funk no es tarea fácil. Uno cree que con solo aprenderse los acordes novenos, un par de riffs de bajo interesantes y una lírica pegajosa puede sacar adelante un disco decente y venderlo como pan caliente. Nada más falso. Toma interminables horas de esfuerzo, paciencia, dedicación, concentración, control y mucho esfuerzo. El 90% del funk es esfuerzo, sudor, el 10% restante es imaginación y planeamiento.



Los Red Hot Chili Peppers, una banda de los Ángeles que hasta antes del lanzamiento del Blood Sugar Sex Magik en 1991 eran conocidos únicamente en circuitos independientes y en posiciones bajas de los rankings, no hubieran podido haber sido incluídos en alguna compilación con grupos de rock contra las drogas. Tres años antes, su guitarrista Hillel Slovak moría a consecuencia de una sobredosis de heroína y Anthony Kiedis, también adicto al caballo, desapareció por varios días e inclusive no asistió al entierro de Slovak porque todo le parecía surreal.. La cereza del pastel: El baterista Jack Irons dejó la banda poco después porque veía que en ese grupo la gente se moría. El bajista  y cofundador Flea tuvo que reorganizar la banda contratando al baterista Chad Smith y al guitarrista John Frusciante después de varios intentos y sesiones de prueba.



La banda ya estaba trepando las escaleras de la fama con discos como Mother’s Milk (1989) cuando el contrato con EMI expiró y firmaron para Warner Brothers, para luego contratar a Rubin como productor de su nuevo disco. Rubin tenía planes mayores para la banda y su debut para su nueva casa discográfica: la producción de un disco místico. Esta vez, Rubin quería poner su nombre propio en letras de oro y dejar una marca en el rock de la costa Oeste, después de haber dejado una huella imborrable con los Beastie Boys. Como estos últimos, los Red Hot Chili Peppers mezclaban en un guiso picante que incluía rock, rap, punk, metal, pero sobre todo: funk. La banda antes que nada es una banda de funk. El tipo de funk sucio, ruidoso, apestoso, del tipo para barrer y esconder bajo la alfombra. Música y lírica sucia hecha por tatuados, pelucones y drogadictos, digna de Parliament y de Prince.



No solo eso, el álbum fue grabado en una mansión que perteneció a Harry Houdini en la cual Kiedis, Flea y Frusciante permanecieron sin salir de ésta durante toda la grabación. La composición y grabación de canciones bordearon los niveles de locura. Las guitarras salían distorsionadas con riffs  y solos muy creativos, el bajo esta vez creaba melodías pegajosas sin saturar al oyente con slaps por todas partes, es decir, creando espacios. La batería es pristina y mucho más presente que en otros discos del género, y la claridad de los platillos, hi-hats, toms y bombos es asombrosa. De todo el trabajo de Rubin y del ingeniero Brendan O’Brien en el disco, lo logrado con la batería fue realmente una revolución en métodos de grabación. Todo encajaba perfectamente para lo que sería junto con el Nevermind de Nirvana uno de los dos discos más importantes de 1991 y forjador directo del Alternative Rock.



Pero por sobre todo BSSM es un estudio sobre drogas (sugar), raza (blood), magia (religión) y sexo, mucho sexo; es decir, letras cochinas intercaladas con motivos místico-religiosos, combustionadas con los efectos de drogas como el mezcal y nuestra ya conocida heroína. El disco, de haber sido novelizado y traducido al español, hubiera sido un ameno tema para un monólogo del experto Marco Aurelio Denegri o del gurú Ricardo Badani. La banda cuenta historias eróticas cargadas con mística y filosofía profunda, producto no solo de los interminables encuentros sexuales de los integrantes sino también de los efectos de drogas alucinógenas y su interacción con dichos encuentros. Hay suficiente lírica como para llenar dos volúmenes sobre literatura erótica y ocultismo, gracias a que el rap de Kiedis, y el rap en general, bombardea mucha información en poco tiempo. El hecho que Kiedis cantó la mayoría de las canciones encerrado en su habitación sugiere que la cantidad de sexo y drogas que se vertieron en las sesiones pudo haber sido abundante; sin embargo, Rubin estaba ahí controlando todo y sin su disciplina, el disco pudo haber resultado un fracaso.



Y hubiera sido imposible grabarlo con músicos “colocados”, es decir, bajo los efectos de la heroína, esto es cierto. BSSM se logró bajo los efectos de una droga menos peligrosa: la marihuana, la cual mantuvo a la banda tocando por horas mientras exploraban y descubrían aquellos sonidos y síncopes que decoran las canciones de manera precisa. Rubin, principal responsable del producto final, supo colocar esos adornos en lugares clave y por consecuencia, esto sentó un precedente a seguir por la banda y por otras del género. Con la corriente que venía de Seattle, Washington, los Red Hot Chili Peppers se convirtieron en los máximos representantes de la movida del rock alternativo en California, y lo exportaron a todo el mundo.



“Give It Away” fue la primera razón por la cual el disco se hizo tan popular. Un funk sin concesiones a las radios cargado con rap ametrallante. “lo que tengo, te lo tienes que meter” es una frase directa y para nada sutil, que pone al oyente enfrente a una banda que lo está entregando todo. “Under The Bridge” fue la segunda. Una balada sobre la adicción de Kiedis a la heroína y sobre su desesperada lucha por salir de ésta en medio de una ciudad monstruosa y apabullante como Los Ángeles. Utilizando canciones que establecen un paralelo entre la adicción al sexo y la adicción a sustancias que alteran la mente, la banda hacía saltar y zacudir la cabeza a sus fanáticos que irían creciendo en número hasta por estas fechas.



El disco tiene saludos a Mike Tyson, Count Basie, Bob Marley, Truman Capote, Robert Williams, Charles Bukowski (que lo debió haber adorado) y al gran blusero Robert Johnson, cuyo tema picaresco “They’re Red Hot” cierra el disco. No son tributos aislados. Todos estos artistas lidiaron con sexo, sangre, drogas de alto y bajo calibre en algún momento de sus carreras. Los Red Hot Chili Peppers no se llaman así por nada.



Blood Sugar Sex Magik terminó convirtiéndose en la banda sonora de la cultura Angelina de la época. Es un tributo a la vida alocada del sur de California, a las autopistas interminables, al fanatismo por los Lakers, a las mujeres de culos grandes, a la vida desenfrenada de Nueva Orleans, al Vudú, y finalmente al autodestructivismo de la sociedad en general. El arte de la funda del CD muestra los tatuajes de los integrantes de la banda con nombres de familiares e inclusive el retrato del gran Jimi Hendrix. Definitivamente es todo un tributo.



Rubin aún sigue produciendo los discos de los Chili Peppers, pero ninguno ha superado esta joya de exceso en todo sentido. En 1992, John Frusciante dejó la banda debido a su adicción a la heroína, para retornar luego en 1999. Flea sigue como líder en la banda, que prepara otra sarta de canciones para el 2010, entrando a la cuarta década de existencia del grupo.



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