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Friday, October 8, 2010


Freddy Gambetta nos recuerda que el recientemente galardonado Nobel de Literatura tiene mucho que ver con Tacna, nuestra querida ciudad.
 
Escribe: Freddy Gambeta


Amanece el jueves siete de octubre, son las cinco de la mañana y despierto. Estoy vivo, me alegra estar vivo. Casi automáticamente tomo el control remoto y enciendo el televisor. Veo el programa de noticias 24 Horas, en la Televisión Española. Mientras me despabilo defino que en mi crónica dominical me ocuparé de la Virgen del Rosario, la Patrona de Tacna, pues el siete es su día, inamovible en el santoral católico. Entonces reparo que ese día es mi cumpleaños. Me felicito a mi mismo. A pesar de todo me place haber llegado bien, a estas alturas del camino, y pienso que resulta poco elegante, por lo menos para mi, estar pregonando los años que se han vivido. Como soy reconverso, le rezo a mi patrona, la Virgen del Rosario, la engreída del Mariscal Ramón Castilla que le otorgó el título de Mariscala de la Ley.


Paralelamente, a esos devaneos, presto atención a los problemas por los que atraviesa el presidente Rodríguez Zapatero y las acres imputaciones que a diario le hace Rajoy, del Partido Popular. Unos minutos más y empezará La aventura del saber, un programa que sigo con atención. De pronto, una noticia interrumpe la transmisión. Aparece el sueco Peter Englund, que ha presidido el Jurado del Nobel de Literatura 2010, para anunciar urbe et orbi que el ganador del premio es el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Confieso que di un salto en la cama, de alegría. Por fin, cuando menos lo esperábamos, se hacía justicia con nuestro ilustre paisano quien ha ganado todos los premios que se otorgan en el planeta a los escritores que escriben en el idioma de Cervantes, menos el premio mayor.


Es difícil encontrar las palabras justas para escribir sobre este portento de la literatura y del pensamiento que es Mario Vargas Llosa. Desde aquellos primeros relatos que reunió en LOS JEFES y su primera novela, LA CIUDAD Y LOS PERROS, hasta sus últimas novelas, ensayos, obras de teatro y sus artículos periodísticos que publica, quincenalmente, en el diario EL PAIS, de España y que reproducen varios diarios, entre ellos EL COMERCIO, de Lima, seguimos al escritor fielmente.


Hombre lúcido, valiente, que dice su verdad sin temor, que no adula a nadie, a ningún poderoso. Precisamente, a pocas horas de haberse conocido la buena nueva, en una conferencia de prensa, en el Instituto Cervantes, en New York, cuando un periodista le preguntó que les diría a Fidel y a Chávez, si los tuviera enfrente, contestó, simplemente, “que se vayan”. Vargas Llosa, en su juventud, militó en el grupo Cahuide, del Partido Comunista, en la Universidad de San Marcos. Años después adhirió a la triunfante Revolución Cubana y se desencantó de ella cuando la vio entregada a los brazos de los soviéticos y convertida, la isla, en el paraíso de los tiranos hermanos Castro y de una camarilla enquistada que detentan el poder tiránicamente.


Con esa misma fuerza se opuso a la estatización de la banca en el Perú, en el primer gobierno de Alan García y después al despotismo de Fujimori quien lo hostilizó amenazándolo con quitarle la nacionalidad lo que lo hizo aceptar el ofrecimiento, del socialista español, Felipe Gonzáles, de nacionalizarse español. De no hacerlo, se habría convertido en un apátrida.


Vargas Llosa con su pensamiento aporta a la modernización de la economía y, con el premio obtenido, que es un orgullo para nosotros, suma un hecho más al boom por el que atraviesa el país en el campo de la culinaria, de la economía, del cine, de los negocios internacionales.


VARGAS LLOSA Y TACNA.-


La abuela del escritor, Carmen Ureta de Llosa, era una tacneña que vivía en Arequipa. En marzo de 1934, regresó, brevemente, a su tierra natal acompañada de su hija Dora, una bella jovencita de apenas diecinueve años.


El aeropuerto de nuestra ciudad quedaba, entonces, en las faldas del cerro Intiorko, en una pampa de arena, al norte de la ciudad. La pista de aterrizaje era de tierra, afirmada apenas. Una casita pequeña albergaba la sala de recepción y las oficinas, entre las que se encontraba la sala de radio, de la compañía de aviación PANAGRA, cuyos aviones hacían escala en Tacna. El operador de la radio era el joven, de veintinueve años, Ernesto J. Vargas. Era un hombre apuesto y seductor que enamoró a la bella Dorita aprovechando que ella se quedaría en Tacna algunos días, para asistir a la boda de un familiar. Pronto empezó el romance que uniría, en matrimonio, un año después, en Arequipa, al radio operador Vargas con la jovencita Llosa, de ancestros locumbeños, según he oído decir. De aquella unión, nació Mario.


El matrimonio sería infeliz, debido al carácter brutal del padre. Así lo cuenta el escritor en el primer capítulo de su libro de MEMORIAS, EL PEZ EN EL AGUA, editado por Seix Barral, en Barcelona, en su colección Biblioteca Breve, en marzo de 1993.


Tacna es un lugar en el mapa. Su historia, siendo notable, la conocen los peruanos que aprovecharon lo que en el colegio les enseñaron. Pero, es natural, que Tacna no sea conocida en otras latitudes, que nada signifique para gente de otros países, de otros continentes. Sin embargo, las personas cultileídas, para emplear el término tan caro a Marco Aurelio Denegri, do quiera que se encuentren, tienen noticia de que, en la bibliografía de Mario Vargas Llosa, existe una obra de teatro que se llama LA SEÑORITA DE TACNA, que ha sido traducida a varios idiomas y presentada en teatros de América y de Europa.


Tacna, en alguna oportunidad, debe invitar al flamante Premio Nobel, para rendirle un homenaje y expresarle su agradecimiento por haber logrado inscribir el nombre de nuestra Heroica Ciudad en la literatura universal.


El 7 de octubre, gracias a Mario Vargas Llosa, como poquísimas veces, amanecimos felices. De ahí pues el título de esta crónica. Vale.








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