Con la muerte de Walter Becker, bajista, guitarrista y co-fundador junto a Donald Fagen de Steely Dan, no se cierra necesariamente el ciclo de vida útil del Dan Sound -Fagen anunció al día siguiente del fallecimiento que proseguirá con la banda-. Sin embargo, el ciclo de vida útil de lo que llamamos rock and roll parece haber pasado su fecha de vencimiento y de pronto la vejez nos ha caído de golpe. Se nos ha muerto repentinamente un músico amigo nuestro, compinche de palomilladas a través de 7 u 8 discos perfectos de música pop, y a quien hemos visto dos veces en vivo.
De pronto, todos los artistas de los setentas y ochentas han envejecido diez años más. Los Spandau Ballet parecen jubilados peleándose por un puesto en la cola del seguro social, Daryl Hall y John Oates pasan los setenta años, y claro, Donald Fagen estará liderando por sí solo a sus 69 años una banda que interpreta temas muy, muy buenos y a la vez complicados y disparejos, compuestos desde 1972. Los números y el tiempo esta vez no cuadran con la muerte de Becker, ya que es como si se hubiera muerto un amigo a quien conocemos desde hace más de 25 años.
Pero la vida continúa, es la verdad, y Becker y Fagen ahí estarán con sus nueve LPs de Steely Dan, seis en total como solistas, y abundante material en vivo a ver y oir en YouTube.
Será recordado por el resto de nuestras vidas. Hubo una década maravillosa, los setentas, en la que Steely Dan hizo y deshizo gracias a Walter Becker y Donald Fagen.
Y creo que esta canción compuesta para su hijo Kawai, que cierra su primer álbum solista 11 Tracks Of Whack, es una ideal música de créditos finales.
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