DEEP PURPLE
En concierto, Deep Purple funcionaba -y aún lo sigue haciendo, ojo- como una Killing Machine para los oídos. Querían hacer ruido, sacudir a la audiencia dándoles el rock and roll más estridente que se había producido. Jon Lord rompía su teclado a la vez que sus tímpanos y Ritchie Blackmore arañaba el mástil de su guitarra como si fuera un gato desesperado tratando de entrar a una casa.
En concierto, Deep Purple funcionaba -y aún lo sigue haciendo, ojo- como una Killing Machine para los oídos. Querían hacer ruido, sacudir a la audiencia dándoles el rock and roll más estridente que se había producido. Jon Lord rompía su teclado a la vez que sus tímpanos y Ritchie Blackmore arañaba el mástil de su guitarra como si fuera un gato desesperado tratando de entrar a una casa.
Los hinchas fanáticos de Deep Purple son en su mayoría fanáticos también de Iron Maiden, puesto que son dos grupos con los mismos principios y fines, solo que los últimos aparecieron diez años más tarde en la escena británica, dispuestos a llenar el vacío que Deep Purple había dejado después de los breves quince minutos de fama que les había dado el cuarteto de álbumes que los había encumbrado a la fama: In Rock, Fireball, Machine Head y el álbum en vivo (compilación de los tres anteriores) Made In Japan, su álbum más popular.
G—Bb—C, G—Bb—Db—C, G—Bb—C, Bb—G.
No habría otra época mejor para el hard rock. Solo la brutalidad y la agresividad de AC/DC pudo igualarlos con High Voltage y otros discos. Para cualquier fanático del heavy metal, del rock clásico o simplemente de agitar la cabeza, estos dos discos de Deep Purple son claves para empezar a explorar el maravilloso mundo del hard rock de inicios de los setenta.

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